Trastornos orgánicos y funcionales

Diferencias entre un trastorno orgánico y uno funcional

Separación mente-cuerpo o dualismo 

Si queremos entender en contexto la separación entre los trastornos orgánicos y funcionales debemos repasar brevemente el concepto de separación mente-cuerpo o dualismo. El debate de la separación cuerpo-mente es uno de los más antiguos. Para Platón (427 a.C. – 347 a.C.) el cuerpo era una cárcel para el alma, que es inmortal y eterna. Aristóte­les (384 – 322 a.C.), sin embargo, creía en un dualismo muy diferente, en el que el alma da la vida al cuerpo y es mortal, es decir, muere con el cuerpo.

También, si consideramos las religiones más relevantes en occidente y vigentes durante siglos (s.V – s.XV) y hasta nuestros días (cristianismo principalmente), vemos como cuerpo (mortal) y alma (inmortal) se entienden separados el uno del otro. Y si damos un salto hasta el s. XVII nos encontramos con Descartes y el dualismo cartesiano que es clave en este debate . Esta concepción mecanicista del cuerpo como una máquina separada de la mente tuvo una gran influencia.

Enorme repercusión de la concepción dualista

En conjunto, esta concepción del cuerpo ha tenido una enorme repercusión en muchos aspectos de nuestra sociedad. Si lo trasladamos a la medi­cina occidental, vemos como se mantuvo esta separación, dejando todos los asuntos del alma a cargo de lo religioso y todos los asuntos del cuerpo a la medicina. Así la mente pasó de las manos de la filosofía a la religión y más tarde a la psicología, siempre separada de la medicina (del cuerpo), manteniendo esta idea prácticamente hasta nuestros días. 

A esto se le añade la tendencia en la medicina occidental fue focalizar la atención en diferentes especialidades (digestiva, respiratoria ginecología…) en lugar de una visión más global. No ocurrió así en la medicina oriental, que siempre mantuvo un enfoque integrativo, y que en la actualidad se está considerando como una vía relevante dentro de la salud de la que se puede aprender mucho. 

En las últimas décadas, es en un contexto de polémica entre psicólogos y médicos y psiquiatras donde encontramos la separación entre trastornos orgánicos y funcionales.

Trastornos orgánicos vs. funcionales 

Lo primero que debemos saber es que por definición un trastorno orgánico es el que tiene lesiones anatómicas o alteraciones fisiológicas bioquímicas identificables y frecuentemente observables a través de pruebas médicas diagnósticas (análisis de sangre, análisis de orina, rayos x…)

Por otra parte, en un trastorno funcional no se observan estas alteraciones, por lo que no se haya una relación evidente entre los síntomas que presenta el paciente y una patología subyacente. Con frecuencia los trastornos funcionales se han achacado a factores psicológicos como el estrés. Sin embargo, la mayoría de enfermedades tienen factores funcionales y orgánicos coexistentes.

Un ejemplo claro es el síndrome del intestino irritable, ¿porqué algunos consideran el SII funcional? Siguiendo a la definición, no se relaciona con alteraciones fisiopatológicas observables a través de las pruebas médicas. Aunque esto está cambiando. Durante mucho tiempo se achacó al estrés y a un origen “psicológico” y ha seguido criterios de exclusión es decir, si los síntomas no se relacionan con ninguna de las enfermedades orgánicas consideradas (EII, celiaquía, etc), el diagnóstico es SII.

¿Por qué dicha separación es cuestionable? 
  1. Orgánico hace referencia a órgano y funcional a función, pero no existen trastornos orgánicos en los que la función no esté alterada. Además, cabe pensar que si existe una alteración de la función haya una relación orgánica implicada, sea o no identificada actualmente. En su momento enfermedades cuyas causas se desconocían fueron identificadas como trastornos funcionales. Es el caso de la enfermedad de Crohn, la enfermedad celíaca o la úlcera que se creía causada por estrés y ahora se asocia a la Helicobacter Pylori.
  2. Esta separación olvida que existen neurotransmisores periféricos en el eje cerebro-intestino y lo que ahora llamamos conexión cerebro-intestino (brain-gut connection). Las alteraciones fisiológicas relacionadas con este eje no son tan fácilmente medibles. Sin embargo, últimamente están apareciendo cada vez más pruebas y tests que pueden aportar luz en este sentido.
  3. Si consideramos las repercusiones de esta separación vemos cómo se limitan las opciones de tratamiento para aquellos trastornos considerados funcionales, incluso a veces llegando a reducir los tratamientos a indicaciones de reducción del estrés y manejo del alivio sintomático. Sería más efectivo intentar tratar las causas subyacentes que potencialmente resolverían el problema. Por otra parte, en los tratamientos de los trastornos orgánicos se obvian con frecuencia factores como el estrés, el estilo de vida o factores psicológicos que podrían ser cruciales en el tratamiento efectivo del paciente y la mejora de su calidad de vida.

El enfoque multifactorial como alternativa

Desde esta perspectiva, habría que considerar varias causas tanto para los trastornos considerados orgánicos como funcionales. Hablamos de incluir diferentes factores:

  • factores anatómicos u orgánicos y genéticos
  • psicológicos (estrés, variables de personalidad…)
  • psicosociales (crisis vitales, situaciones de tensión…)
  • bioquímicos (metabólicos, hormonales o enzimáticos)
  • factores ambientales o epigenética (toxinas…)
  • factores hasta ahora desconocidos

Si contemplamos este panorama complejo de posibles causas de manera integral los tratamientos deberían realizarse desde múltiples aspectos (estilo de vida, medicamentos, terapias psicológicas…). Esto resultaría en tratamientos más eficaces y en mejores soluciones para los pacientes.

Dentro del enfoque multifactorial cabe destacar que frente a la medicina tradicional está la medicina funcional  que entiende al paciente desde una perspectiva integrativa, como un todo, donde cada paciente es un caso distinto y único. Desde la medicina tradicional debemos acudir a diferentes especialistas según los síntomas afecten una parte u otra de nuestro cuerpo y cada uno prescribe un tratamiento de manera aislada. La medicina funcional entiende que el cuerpo no funciona por partes aisladas sino como un todo y que diferentes causas comunes pueden manifestarse en síntomas y enfermedades que afecten a las diferentes partes del cuerpo. Sólo tratando al paciente como un todo se conseguirá restaurar su salud. Desde esta perspectiva la separación entre trastornos orgánicos y funcionales no tiene cabida.

Psicología, su papel

Incluso si suponemos que los trastornos funcionales fuesen puramente psicológicos o causados por el estrés debemos tener presente que actualmente la evidencia científica no muestra una separación real entre mente y cuerpo. Lo psicológico encuentra explicación en el cerebro y sus mecanismos de neurotransmisión, siendo un órgano clave en el funcionamiento de nuestro cuerpo. Por tanto podría llegar el día en el que conociésemos el substrato físico que explicase todos los trastornos considerados psicológicos. El estudio de la psicología y la neurociencia se dirigen en esa dirección desde mediados de los 90 y parece que continuarán en las siguientes décadas.

Ejemplo del dolor y del estrés

Un ejemplo de esta interrelación inseparable entre lo psicológico y lo físico la encontramos en el dolor. Sabemos que el dolor está mediado por el sistema nociceptivo (fisiopatología), pero además, está mediado de manera crucial por factores considerados psicológicos o subjetivos. Una prueba de ello, es que percibir control sobre el dolor, influye en la intensidad reduciéndolo significativamente. Otro ejemplo claro es la explicación que tenemos hoy en día de cómo el estrés repercute en el desarrollo y evolución de enfermedades tanto orgánicas como funcionales ,y la relación entre los mecanismos relacionados con el estrés y el sistema inmune.

El tratamiento de las enfermedades sean del tipo que sean requieren del enfoque terapéutico psicológico en la medida en que no está separado de lo físico, y el impacto en la salud y el bienestar del paciente es definitivo en la mayoría de casos. Es esencial responsabilizarnos de nuestra salud incluso en la ausencia de un diagnóstico claro.

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